Duelo en la Noche
A eso de las tres
de la madrugada concluían los bailes organizados por alguno de los dos clubs
con que contaba el pueblo. La señal luminosa demarcaba la hora límite del
evento y cada participante regresaba a su casa alumbrándose con linternas o
faroles, las madres acompañando a sus hijas y los muchachos esperando robar un
beso entre los ligustros. Caminé una cuadra hasta mi casa y veinte minutos más
tarde ya estaba completamente dormido.
Ya al amanecer,
cuando alguien tocó el timbre a pilas de la farmacia que me despabiló un poco,
me enteré de lo ocurrido horas antes, luego de terminado ese baile. Por cuestiones de polleras, dos jóvenes
dirimieron sus diferencias y preferencias en un duelo criollo justo en la
vereda de enfrente a la escuela primaria, lugar que conocíamos todos los que
concurríamos a la misma.
Uno de ellos
portaba un arma de fuego con la que efectuó un disparo a su rival el cual a su
vez desenfundó un cuchillo o facón con el que infringió una herida a su
atacante. El duelo criollo desparejo por
las armas, pero encendido en una pasión equivalente, dejó a ambos contrincantes
seriamente heridos quienes fueron asistidos prestamente por sus amigos que se
aproximaron a auxiliarlos. Inmediatamente se organizó el traslado de los
heridos a la ciudad para su curación y tratamiento.
Lamentablemente
uno de los duelistas pereció antes de ser atendido por los médicos: la bala,
rápida y precisa, atravesó el cuerpo de uno de ellos produciendo una herida
menor; el cuchillo, sagaz y cortante, determinó heridas internas que
desangraron a la víctima en poco tiempo.
La otra herida,
la del amor, persistió durante mucho tiempo en el alma de aquella muchacha
desolada.
Phil 2010
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