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sábado, 27 de abril de 2024

En tren a Villa Rosa

                           En tren a Villa Rosa Sábado, 10 de marzo de 2013   

      Aquella mañana se presentó con un cielo diáfano, muy especial para quienes estamos encerrados en la ciudad, y tuve ganas de recorrer las aldeas suburbanas.

    Siempre que puedo y tengo el tiempo suficiente, remonto alguna línea de trenes que me lleve a parajes desconocidos para repensar un poco mi vida y apreciar el quehacer de otras personas.

  Así fue que me decidí por Villa Rosa, terminal del Belgrano, y llevé mi cámara de fotos para traerme un recuerdo de esos lugares.

  En los primeros kilómetros, el tren transita por barrios paquetes, canchas de polo, de tennis, el aeroparque, mucho verde y naturaleza cuidada. Más adelante, al pasar a la provincia, la estación bajo la autopista me sobresaltó: era oscura y algo sucia. Luego de unos minutos el paisaje se fue transformando y de edificios de varios pisos pasamos a casitas chatas con parque, que después se trocaron en villorios de chapa cuyos fondos daban a las vías del ferrocarril. El lugar se hizo cada vez más descampado, y entre una y otra estación los espacios verdes semejaban campos sin cultivo y sin cuidado.

   Los altoparlantes de cada estación indicaban al viajero en qué lugar se encontraba y la atención del personal del tren era muy buena.

   Al cabo de hora y media de viaje llegué a la estación Villa Rosa y me dispuse a recorrer el lugar y a almorzar algo. Las calles de tierra roja me sugerían que en épocas de lluvia eso era un lodazal, pero ese día, los terrones hablaban de varios días sin lluvia.

  A eso de las dos de la tarde, luego de recorrer algunas cuadras alrededor de la estación, fui a un bar donde pedí una gaseosa y un sándwich. En una hora más partiría el tren de regreso y me acerqué al andén para abordarlo.

   Aunque aún no era la hora, el tren ya estaba en la plataforma esperando los pasajeros, así es que subí y me dispuse a leer una revista que llevaba conmigo. En es momento me acordé: no había tomado las fotos que justificaran mi viaje. Desde en asiento, me asomé por la ventanilla y, viendo que en una pared de la estación estaba pintada una leyenda: "Bienvenidos a Villa Rosa", la enfoqué y disparé una toma.  Unos obreros del ferrocarril que estaban charlando cerca de la pared pintada, oyeron el clic de la cámara y me miraron. Algo comentaron entre ellos y al ratito estaban bajo mi ventanilla y me preguntaban:

  - Oiga, Don ¿Usted nos sacó una foto?

  - Mmm... No... - les dije medio dubitativo – Sólo enfoqué, la bienvenida pintada en la pared. ¿Ustedes estaban al lado no?

- Sí. - me respondió uno, el más alto - Y nosotros, ¿salimos en la foto? - Yo no sabía si eso era bueno o malo. Quizás los tipos tenían algunas cuentas que pagar y no querían que los fotografiasen.

  - ¿Es para alguna revista? - me preguntó el otro, más morochón y con cara de pocos amigos.

- Sí. - inventé rápido - Yo hago fotos de las estaciones suburbanas que después se publican. – y seguí inventando: - La semana pasada estuve en Moreno, la otra el Glew.- Ah... Bueno... - parece que se conformaron con la explicación y se fueron. Seguí leyendo la revista y esperando que el tren partiera rápido pues yo creía que me iban a robar la cámara aquellos obreros del riel. Tan enfrascado estaba en la lectura que cuando me di cuenta los tenía a mi lado en el pasillo del coche.

  - Hola, señor. - me saludó uno y me sobresalté. Pero prosiguió como si nada - ¿No sabe cuándo va a salir la revista?-   Lo que parecía una amenaza o advertencia por inmiscuirme en sus vidas se convirtió de pronto en una suerte de rompecabezas para armar. Ellos querían saber si sus imágenes fotográficas iban a ser publicadas en una revista de máxima circulación.

  - Y..., no sé. Yo se las presento al jefe y él decide cuando se publicarán. Hay que armar el artículo y corregirlo. Calcule un mes,... mes y medio. – inventé rápido y eso parece que los convenció.

 - Bueno, gracias – dijeron casi al unísono y se retiraron.
   Suspiré aliviado y continué esperando la salida del tren hojeando la revista señuelo. En uno de los asientos cercanos al que yo ocupaba, viajaban dos señoras con sus niños. Una de ellas eleva la voz y me pregunta:
- Perdone, señor... ¿cuándo sale la revista? – por supuesto que escuchó la conversación que había mantenido con los obreros y volví a inventar.

   - Creo que dentro de un mes, más o menos. – También a ella le interesaba saber cuándo una revista capitalina se ocuparía de su pueblo. – Cuando el jefe decida que hay material suficiente publicará la nota.

    La señora se volvió hacia su amiga y algo conversaron por lo bajo. Me agradeció y siguió su charla con la amiga.

   Me pareció que quedaron conformes con la somera explicación que les brindé porque no preguntaron más.
   Ya era la hora y el tren partió hacia la metrópolis, rechinaron las ruedas y el traqueteo se hizo más y más estruendoso. Esa hora y media de regreso calmo me sirvió para reflexionar sobre la simpleza y las necesidades de las gentes del conurbano, quienes, ante una mínima expresión de cambiar la rutina pueden llegar a repensar un futuro algo diferente de la monótona rutina de ese pueblo alejado de la capital.                                

                                      phil




 



   


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