La Caprotti

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Descansa en Junín

sábado, 4 de mayo de 2024

 El Trabajo

El trabajo 

   Después del mediodía de esas calurosas tardes del verano íbamos al terreno bordeado de árboles en los fondos de una de las dos panaderías de ese pueblo donde teníamos un lugar para la práctica del fútbol y para cuyo vestuario los hijos del panadero habían preparado, sobre un lateral, un socavón de medio metro de profundidad, tapado con chapas, que hacía las veces de vestuario y túnel de salida a la cancha.                                                                  

     Nos alineamos detrás de los jugadores que nos elegían de acuerdo a nuestras capacidades demostradas o intuídas, y formamos dos bandos que luchábamos por la pelota para concluir la jugada con un gol en el arco contrario. Con suerte variada ganábamos y perdíamos, pero siempre amigos de los hijos del panadero, porque luego del juego nos podíamos refrescar en esa pileta ovalada, que estaba aledaña a la canchita, y cuya salubridad se mantenía agregando  al agua sulfato de cobre que eran cristales de color azul que se adquirían en la farmacia de mi viejo.

     Para acceder a la pileta, el panadero nos pedía algunas veces que lo ayudemos con las  tareas de la panadería y llevábamos la masa estibada sobre tablas en un galponcito cercano a la cuadra, hacia la proximidad de la pala de madera, larga y fina, que él acomodaba y cortaba lateralmente con una hoja de afeitar para que al hornearlas, produjeran las famosas "trinchas", tan sabrosas al degustarlas recién salidas del horno. 

    En pocos minutos el panadero completó su tarea y llenando el horno, ya precalentado a la leña, con masas de distinto formato y cortes de gillette para hacer galletas de campo y pan francés entre otras. Teníamos una hora y media por lo menos, para divertirnos en esa pileta nadando o jugando, con saltos y bombas, carreras y estilos varios que nos permitían mantenernos a flote o nadar bajo el agua.

     Un rato después el padre nos llamó y, junto con sus hijos, fuimos a ayudar pues ya estaban cocidas las distintas clases de pan que él retiraría del horno y los chicos debíamos acomodarlos en canastos para llevarlos luego al salón de venta.  Luego, otro chapuzón refrescante en la pileta oval y de vuelta a casa. 

    En otras oportunidades, la ayuda solicitada por don Américo, era dar doscientos bombazos de agua con la bomba sapo cercana a la bebida que estaba en un campo cercano donde pastaban sus vacas. Hacia allí íbamos con la Ford A que manejaba el propio panadero o el mayor de sus hijos, dos en la cabina con el conductor y los demás en la caja.  

    Cruzamos las vías y a menos de un kilómetro estaba el lugar: abrimos la tranquera y pasamos con la chatita estacionando cerca de la bebida. Bajamos y nos turnamos para cumplir con cien bombazos por dos veces.

    Algunos jugaban con una pelota de goma y otros trepaban a la higuera, rebosante de frutos, para consumir los más maduros. Terminado el trámite, pues la bebida contenía ya lo previsto, regresamos a la panadería para asistir al rito del baño en aquella pileta ovalada. 

    Más de una vez, completado el quehacer en la cuadra de la panadería, don Américo nos daba una trincha para llevar a casa. Con esa actitud del panadero, pude comprender desde esa fecha, que no todo debe ser gratis en la vida pues el esfuerzo del trabajo trae como merecimiento una ducha refrescante en el verano o un pan para llevar a casa y alimentar a la familia. 

   Todo aquel que se esfuerza y cumple con lo establecido es recompensado de alguna manera por el trabajo realizado en la medida de ese esfuerzo. 

      Alguien comentó una vez: "…ganarás el pan con el sudor de tu frente…"  

       y yo agrego: "…y te refrescarás en la pileta de Américo…"

Los asaltos del pueblo

sábado, 27 de abril de 2024

En tren a Villa Rosa

                           En tren a Villa Rosa Sábado, 10 de marzo de 2013   

      Aquella mañana se presentó con un cielo diáfano, muy especial para quienes estamos encerrados en la ciudad, y tuve ganas de recorrer las aldeas suburbanas.

    Siempre que puedo y tengo el tiempo suficiente, remonto alguna línea de trenes que me lleve a parajes desconocidos para repensar un poco mi vida y apreciar el quehacer de otras personas.

  Así fue que me decidí por Villa Rosa, terminal del Belgrano, y llevé mi cámara de fotos para traerme un recuerdo de esos lugares.

  En los primeros kilómetros, el tren transita por barrios paquetes, canchas de polo, de tennis, el aeroparque, mucho verde y naturaleza cuidada. Más adelante, al pasar a la provincia, la estación bajo la autopista me sobresaltó: era oscura y algo sucia. Luego de unos minutos el paisaje se fue transformando y de edificios de varios pisos pasamos a casitas chatas con parque, que después se trocaron en villorios de chapa cuyos fondos daban a las vías del ferrocarril. El lugar se hizo cada vez más descampado, y entre una y otra estación los espacios verdes semejaban campos sin cultivo y sin cuidado.

   Los altoparlantes de cada estación indicaban al viajero en qué lugar se encontraba y la atención del personal del tren era muy buena.

   Al cabo de hora y media de viaje llegué a la estación Villa Rosa y me dispuse a recorrer el lugar y a almorzar algo. Las calles de tierra roja me sugerían que en épocas de lluvia eso era un lodazal, pero ese día, los terrones hablaban de varios días sin lluvia.

  A eso de las dos de la tarde, luego de recorrer algunas cuadras alrededor de la estación, fui a un bar donde pedí una gaseosa y un sándwich. En una hora más partiría el tren de regreso y me acerqué al andén para abordarlo.

   Aunque aún no era la hora, el tren ya estaba en la plataforma esperando los pasajeros, así es que subí y me dispuse a leer una revista que llevaba conmigo. En es momento me acordé: no había tomado las fotos que justificaran mi viaje. Desde en asiento, me asomé por la ventanilla y, viendo que en una pared de la estación estaba pintada una leyenda: "Bienvenidos a Villa Rosa", la enfoqué y disparé una toma.  Unos obreros del ferrocarril que estaban charlando cerca de la pared pintada, oyeron el clic de la cámara y me miraron. Algo comentaron entre ellos y al ratito estaban bajo mi ventanilla y me preguntaban:

  - Oiga, Don ¿Usted nos sacó una foto?

  - Mmm... No... - les dije medio dubitativo – Sólo enfoqué, la bienvenida pintada en la pared. ¿Ustedes estaban al lado no?

- Sí. - me respondió uno, el más alto - Y nosotros, ¿salimos en la foto? - Yo no sabía si eso era bueno o malo. Quizás los tipos tenían algunas cuentas que pagar y no querían que los fotografiasen.

  - ¿Es para alguna revista? - me preguntó el otro, más morochón y con cara de pocos amigos.

- Sí. - inventé rápido - Yo hago fotos de las estaciones suburbanas que después se publican. – y seguí inventando: - La semana pasada estuve en Moreno, la otra el Glew.- Ah... Bueno... - parece que se conformaron con la explicación y se fueron. Seguí leyendo la revista y esperando que el tren partiera rápido pues yo creía que me iban a robar la cámara aquellos obreros del riel. Tan enfrascado estaba en la lectura que cuando me di cuenta los tenía a mi lado en el pasillo del coche.

  - Hola, señor. - me saludó uno y me sobresalté. Pero prosiguió como si nada - ¿No sabe cuándo va a salir la revista?-   Lo que parecía una amenaza o advertencia por inmiscuirme en sus vidas se convirtió de pronto en una suerte de rompecabezas para armar. Ellos querían saber si sus imágenes fotográficas iban a ser publicadas en una revista de máxima circulación.

  - Y..., no sé. Yo se las presento al jefe y él decide cuando se publicarán. Hay que armar el artículo y corregirlo. Calcule un mes,... mes y medio. – inventé rápido y eso parece que los convenció.

 - Bueno, gracias – dijeron casi al unísono y se retiraron.
   Suspiré aliviado y continué esperando la salida del tren hojeando la revista señuelo. En uno de los asientos cercanos al que yo ocupaba, viajaban dos señoras con sus niños. Una de ellas eleva la voz y me pregunta:
- Perdone, señor... ¿cuándo sale la revista? – por supuesto que escuchó la conversación que había mantenido con los obreros y volví a inventar.

   - Creo que dentro de un mes, más o menos. – También a ella le interesaba saber cuándo una revista capitalina se ocuparía de su pueblo. – Cuando el jefe decida que hay material suficiente publicará la nota.

    La señora se volvió hacia su amiga y algo conversaron por lo bajo. Me agradeció y siguió su charla con la amiga.

   Me pareció que quedaron conformes con la somera explicación que les brindé porque no preguntaron más.
   Ya era la hora y el tren partió hacia la metrópolis, rechinaron las ruedas y el traqueteo se hizo más y más estruendoso. Esa hora y media de regreso calmo me sirvió para reflexionar sobre la simpleza y las necesidades de las gentes del conurbano, quienes, ante una mínima expresión de cambiar la rutina pueden llegar a repensar un futuro algo diferente de la monótona rutina de ese pueblo alejado de la capital.                                

                                      phil




 



   


Duelo en la noche

 

Duelo en la Noche

 

A eso de las tres de la madrugada concluían los bailes organizados por alguno de los dos clubs con que contaba el pueblo. La señal luminosa demarcaba la hora límite del evento y cada participante regresaba a su casa alumbrándose con linternas o faroles, las madres acompañando a sus hijas y los muchachos esperando robar un beso entre los ligustros. Caminé una cuadra hasta mi casa y veinte minutos más tarde ya estaba completamente dormido.

Ya al amanecer, cuando alguien tocó el timbre a pilas de la farmacia que me despabiló un poco, me enteré de lo ocurrido horas antes, luego de terminado ese baile.  Por cuestiones de polleras, dos jóvenes dirimieron sus diferencias y preferencias en un duelo criollo justo en la vereda de enfrente a la escuela primaria, lugar que conocíamos todos los que concurríamos a la misma.

Uno de ellos portaba un arma de fuego con la que efectuó un disparo a su rival el cual a su vez desenfundó un cuchillo o facón con el que infringió una herida a su atacante.  El duelo criollo desparejo por las armas, pero encendido en una pasión equivalente, dejó a ambos contrincantes seriamente heridos quienes fueron asistidos prestamente por sus amigos que se aproximaron a auxiliarlos. Inmediatamente se organizó el traslado de los heridos a la ciudad para su curación y tratamiento.

Lamentablemente uno de los duelistas pereció antes de ser atendido por los médicos: la bala, rápida y precisa, atravesó el cuerpo de uno de ellos produciendo una herida menor; el cuchillo, sagaz y cortante, determinó heridas internas que desangraron a la víctima en poco tiempo.

La otra herida, la del amor, persistió durante mucho tiempo en el alma de aquella muchacha desolada.

 

 

                                                                                                         Phil 2010

Farmacia y casa en Morse

 


                    Farmacia y casa en Morse

(Comentarios del chat)

 

Carmen Alted  ¡Qué maravilla! Me encanta esta foto                                     11 años

María Marta Domínguez     Donde compro Ronchi, ahí vivió Norma González!!!      11 años

Laura Barrera Si, si .... ¡¡¡¡¡Que recuerdos!!!!!                                                                   11 años

María Cecilia Bertella   Gomitas de eucalipto que nos regalaba Don Carlos.   Y música clásica en la radio....                                                                                                                                   11 años

Taty Delcasse   Tu casa Carmen.                                                                                            11 años

Mabel Otero   Y la trastienda donde don Carlos preparaba algunos potingues...  La caja a manivela que a veces me dejaban usar. Lindísimos recuerdos de ese lugar…                           11 años....       Taty Delcasse   y ahí colocaba las inyecciones                                                                   11 años

Mabel Otero    Si...pero eso no me trae buenos recuerdos 🙂                                     11 años

Tonio de Almagro   Bien me acuerdo de esa laguna que se formaba en la calle sobre la puertita de alambre que daba acceso a la casa.  Allí, con paciencia y esmero, hice navegar una balsa hecha con maderitas y corchos y de cuyo mástil pendía una vela cuadrada atada a los maderos con hilos de coser reforzados.                                                                                                                                 11 años

Carmen Alted   Si... Que lindos recuerdos en esa casa....                                                   11 años

Silvia Goyena   uuuh ese frente yo iba con mi abuela Silvia. ella decía: vamos a la botica ja ja ja                                                                                     

Patricia Senas  ¿EN QUE PUEBLITO ESTABA?                                                        11 años

Ricardo Schoua   En Morse                                                                                     11 años

Tonio de Almagro   La nieta visita al abuelo en la Farmacia. Ella tiene apenas tres años y con su media lengua trata de hacerse entender. Presta atención a todo lo que ocurre a su alrededor y en especial al trabajo del abuelo: preparar recetas, atender al público, aplicar inyecciones y todo lo que uno pueda imaginar en una farmacia. La nieta va hasta el mostrador a ver quién había hecho sonar la campanilla de la puerta, y como costumbre por lo que escuchaba, o por intentar un saludo, dice:                                          " IN SIYÓN? .... PASE... “ Lo que el abuelo preguntaba al visitante era que, si venía por una inyección, que pasara, pero la nieta lo interpretaba de una manera graciosa y tan eficaz como la mejor secretaria                                                        11   años.                                                                                                                                                          

Mabel Otero   La Farmacia me parecía un lugar casi mágico!. ¡Y ni que decir cuando acompañábamos a don Carlos a dar alguna inyección a alguna persona que vivía en las afueras del pueblo...Y andar en sulky!Otra que el "Lonely Planet”. Esas eran mis mejores aventuras!1 años                                                                                                                                                  

Mabel OteroY para vos…"don" Antonio? ...por algo habrás seguido los pasos de tu padre                                                                                                                  11 años.                                                                                                                                                          

Laura Schoua   A mí me gustaba la bomba de agua y las pastillas D.R.F. ¡¡¡Además del olorcito a remedio y la caja registradora!!! ¡¡Qué lindos recuerdos!!                                                        11 años

Mabel Otero   Dónde estaba la bomba? ¿Y esa “palmera” que estaba en medio del gallinero? 11años                                                                                                                                      

Mabel Otero Me encantan estos puzzles memorísticos….                               11 años

Matilde Armani   Don Carlos fue al campo donde vivimos infinidad de veces a colocarme inyecciones ( crecí bastante enferma ) , lo llevaba mi papa en el sulky o en el tractor , nunca cobro la aplicación , así que mi mama le" devolvía " de alguna manera semejante favor con algo que a Don Carlos le encantaba : dos patos que ella criaba , y que Doña Marta preparaba " a la naranja "                                                        11 años

Carmen Alted   Qué lindos recuerdos Matilde ... me hiciste emocionar!     11 años

Alcira Mabel Suarez   yo también lo recuerdo cuando estuve enferma durante un año todos los días me colocaba la inyección nunca nos cobró nada un hombre extraordinario no se ve más gente igual     11 años

Sandra Villafañe   Hermosa Música clásica, olor a alcohol de la caja de esterilizar, y....la voz de Don Carlos diciendo ¡A ver la colita! ahhhh y la balanza donde nos pesábamos...                  11 años

Elvira Guruceaga     Para mi es una fotografía cargada de recuerdos. Doña Marta, Don Carlos ."el nene”, “la bicho”, el ""lolo","billiken, etc., etc."                                                                     11 años

Carmen Alted Gracias a todos por los bellos comentarios y recuerdos                              11 años

Marta Alted    En los años 70 trabajó allí Mirta Contreras. Le envío un cariñoso saludo a ella

 y mi recuerdo para Palmiro y la Chela , quienes siempre me recibieron con sincero afecto.      11 años

Taty Delcasse    yo siempre iba de visita con mi Mamá, eran muy amigas con Doña Marta, recuerdo cada rincón y también el patio, y recuerdo cuando me llevaban a tomarla sopa que Doña Marta hacía, porque yo que en ese tiempo nunca comía, allí si lo hacía .                                11 años.                   Olga Noemi    Hola Marta !!cuantos años sin vernos . Recuerdo muchas cosas : ¡¡¡¡una de ellas era cuando nos disfrazábamos para los bailes de carnaval en la farmacia y yo después me quedaba a dormir con ella inolvidable!!!!por si no me conoces soy Olga Fernández la prima sos                11 años 

Tonio de Almagro     En tu casa, Olguita, jugábamos lotería de cartones por monedas anotando con resbaladizos maíces porque los porotos estaban caros y garbanzos no se conseguían, hasta altas horas de la noche. Se reunían varias familias y reinaban el mate y los licores dulzones. A eso de las doce y cuarto de la noche, la señal de la luz nos indicaba que era la hora de desarmar la timba, terminar las apuestas y cada uno a su casa .                                                                                                                 Héctor Otero    Las veces que acompañe a Coco fueron recuerdos imborrables de mi juventud. Gracias a toda la Familia Alted.                                                       11 años.-                                                 Marta Alted     Mirá dónde nos venimos a comunicar. Ya no más Florida al 500 y pico.... Nosotros siempre los recordamos con afecto a ustedes, a doña Sofía y al "abelito Jan" (decía Mabelita cuando era pequeñita)                                   11 años

María Cristina Sánchez Qué linda foto, y cuántos recuerdos. La veo y recuerdo hasta el olor a farmacia. ¡Y recuerdo tanto a Don Carlos y Doña Marta !       11 años                                         

Guillermo Daniel Banzato   Sí, me acuerdo de ellos!! ¡¡Qué buen recuerdo!!     11 años

Marta Alted    Olguita: ¿Cómo no me voy a acordar de Olguita Fernández ? ¡ Qué alegría me da el comunicarme con vos ! Te mando un fuerte abrazo.                                                                11 años

 

El gato naranja

 

El gato naranja

    Se apareció de repente y encaró hacia el interior de la casa. Había estado agazapado debajo del auto en la cochera y aprovechó que yo había dejado entreabierta la puerta de acceso a la casa, pues un instante antes había sacado la basura a la calle, para ganarse al living, justo antes de que yo entrara. Alicia estaba en la cocina y le grité:

--¡Hay un gato! ¡Un gato barcino! -- refiriendo al color atigrado y naranja de su pelaje. 

   Ella lo vio y abrió la puerta del fondo para que escapara al patio de atrás, pero el felino se escondió en cualquier lugar.

   Lo buscamos intensamente y chuzamos con el cabo de la escoba los rincones y bajo los muebles infructuosamente. La perra ladraba al intruso pero ni ella sabía donde estaba y le aviso a Alicia:

   --¡Se fue para el piso alto!

           Subimos y revisamos los dormitorios y el baño pero el tipo no aparecía. Lo dimos por 
      escapado y seguimos nuestras tareas.

         Luego de ver televisión me pegué una ducha caliente y me fui a dormir enseguida.  

                   A eso de las cinco de la mañana la perra ladraba desaforadamente y supimos que 
el          el felino estaba en la escalera y la perra lo perseguía con ladridos. 

Abrimos la puerta del living para que saliera al patio delantero 
    y en algún momento que no percibimos, se escabulló afuera.
   Creyendo que estaba bajo los muebles del comedor seguimos hurgando los 
rincones con la escoba y veo, mientras estábamos agachados buscando 
un fantasma, una sombra peluda y naranja que sube raudamente la escalera 
perseguida por Lupita.
   Buscamos arriba, y el felino que estaba entre las dos camas del dormitorio de Alicia,
 huyó hacia la cochera bajando rápidamente la escalera y cerramos la puerta 
inmediatamente. Eran las cinco y media de la mañana y se recuperó la calma. 

         Me puse una remera pues había estado persiguiendo un gato en bóxer y medias, me vestí para calentar mi cuerpo y lentamente vi amanecer el día con un café con leche calentito. 

     Cerca del mediodía tocan el timbre y una chica joven acompañada de unos niños me pregunta si no vi su gato naranja. Me dice que es la vecina y que la  gata naranja de su hija desapareció y no la encuentra. Le conté la aventura nocturna con el felino y los eternos ladridos de Lupita desde las cinco de la mañana y me dice que algo escuchó de esos ladridos. También le dije que desde las cinco y media la gata salió de mi casa y no supe más de ella. 

   Se fueron descorazonados con la esperanza de que estuviera en alguna casa vecina.

   A eso de las dos de la tarde en el grupo de WhatsApp vecinal, 
se difundió la noticia: la gata había aparecido muerta por posible infarto en un 
terreno cercano de la otra cuadra.